En todo México, nos congregamos en este mes a la tarea de concientizar acerca de la prevención de una enfermedad grave como es el cáncer. Sin embargo, no solamente quiero hacer mención del cáncer de próstata, sino de todos los tipos de cáncer que año con año se roban la vida de miles de hombres en este país siendo la tercera causa de muerte en personas de 12 años y más.
Cada año en el país, cerca de cien mil familias pierden la batalla contra algún tipo de cáncer generando situaciones de sufrimiento y gastos exorbitantes que muchas veces les provoca pérdidas financieras irreparables. Pero, además, nadie habla de miles de familias que enfrentan la batalla y ganan pero que no vuelven a ser las mismas, y que subsisten con miembros de esta con alguna discapacidad permanente o temporal, ya sea por la pérdida de alguna extremidad o del daño de órganos del cuerpo que afectan al proveedor mayoritario de la casa. Lo que conlleva a esas familias a ser resilientes ante la supervivencia en un país en el que no contamos con sistemas de salud eficaces para atender con prontitud estos casos que muchas veces dependen de un par de días para determinar si el paciente va a vivir o no.
De igual manera, tampoco contamos con infraestructura adecuada para poder facilitar la accesibilidad universal aquellas personas que, derivado de algún tipo de cáncer han perdido la vista, el habla o el oído, incluso, la capacidad de deglutir o de caminar. Temas que escuchamos año con año y que siguen allí, como si quienes deciden hacer caso omiso a la situación fueran inmunes a esta enfermedad o a la discapacidad por el mero paso del tiempo.
Especial énfasis merecen aquellos que no deberían enfrentar batallas tan grandes y dolorosas a tan corta edad. En México, el cáncer es la primera causa de muerte por enfermedad en niños y adolescentes de 5 a 14 años. Según datos recientes de la Secretaría de Salud, cada año cerca de 7,000 nuevos casos de cáncer infantil son diagnosticados en nuestro país.
Es importante mencionar que la tasa de supervivencia al cáncer infantil en México ronda el 56%, cifra considerablemente baja en comparación con países desarrollados, donde supera el 80%. Esta diferencia no es producto de la falta de voluntad, sino de una brecha en recursos y políticas que debemos cerrar.
A nivel mundial, según cifras de la Organización Mundial de la Salud, señalan que tan solo en el 2018 en el planeta hubo 18 millones de casos de mieloma múltiple, el tipo de cáncer que tengo diagnosticado, de los que 9.6 millones de personas fallecieron por esa causa. Y en México, la Gaceta Mexicana de Oncología volúmen 19, número 4, de diciembre de 2020, revela que de 2,039 pacientes internados en el sector salud en un año, fallecieron 1,169 de ellos. Sin duda, una enfermedad como el mieloma múltiple que termina con el 60% de las personas que se encuentran en tratamiento médico es una enfermedad que debemos tomar muy en serio.
Por estas razones, no podemos ni debemos permitir que la falta de recursos o de infraestructura sea un obstáculo para el derecho a la vida y a la salud de las personas con algún tipo de cáncer. Es segregacionista y totalmente discriminatorio, sobretodo en los casos en los que se busca redirigir el destino de recursos a otros proyectos como la construcción de más vías o de procesos electorales masivos, cuando nos estamos muriendo de cáncer poco a poco.
Este momento exige del gobierno de México un compromiso concreto y contundente. Debemos impulsar una agenda que garantice no solo la ampliación de los servicios de salud especializados en cáncer, sino también la creación de un fondo de apoyo para las familias que enfrentan esta enfermedad, porque lejos de que el Estado considere esto como un gasto, es en realidad una inversión a futuro considerando que cerca del 70% de los hogares en México se sostienen principalmente por el padre como proveedor, a falta de éste y con el tiempo, se convierte esa familia en un verdadero gasto directo del estado en todos lo sentidos, por lo que considerar una buena prevención desde el sector salud es lo más adecuado.
De igual manera, garantizar la distribución oportuna de medicamentos es fundamental, porque quienes nos enfrentamos a este desabasto sabemos en propia carne que no hay medicinas suficientes para enfrentar estos padecimientos.
Por ello, en el escenario del “Bigote Azul” hago un llamado a todas y todos para que nos sumemos a un esfuerzo serio en la lucha contra el cáncer y que esta causa no se quede en palabras y fotos como siempre, sino que se traduzca en acciones reales y en cambios significativos para que este “Encendido Azul” sea el inicio de un compromiso permanente para transformar la realidad de las personas con cáncer y que no se permita que sigamos enfrentando estas batallas en soledad o en desventaja por el solo hecho de ser hombres con padecimientos con escasa probabilidad de vida.